sábado, 6 de julio de 2013

EL PROBLEMA

El hombre es el animal con mayor potencial sobre la Tierra, pero pagamos un alto precio por ello: somos la única especie que no sabe usar su organismo de forma óptima. Esto puede resultar muy sorprendente, pues ciertamente nos sentimos capaces de llevar a cabo nuestras actividades diarias de un modo aceptable. ¿Pero realmente podemos decir que usamos nuestro cuerpo de una forma natural y óptima? Lamentablemente, la respuesta es no. Entonces, ¿qué es lo que falla y por qué? 


En primer lugar, detengámonos a pensar en cómo se mueven, cómo usan "sus máquinas", los animales: poseen una completa gracilidad, soltura y libertad de movimientos, acordes a su anatomía, lo que desean hacer lo ejecutan inmediatamente de forma ágil y precisa. Incluso los animales viejos conservan esa gracia en el movimiento. Esto lo observamos en animales salvajes o en nuestras mascotas. Sin embargo, pensemos en cómo nos movemos nosotros... ¿Es nuestra libertad y soltura comparable con la de los animales? Ciertamente, no. Si uno se para en la calle a observar a los transeúntes podrá constatar que hay algo en nuestro proceder que no alcanza a compararse con la excelencia de la soltura animal: nuestras posturas desgonzadas, nuestra rigidez en el movimiento, nuestro sobreuso de partes no implicadas directamente en la acción... Y todo ello agudizado penosamente en los sujetos de más edad, al contrario que en el reino animal, donde puede haber un decrecimiento de las prestaciones, pero no un descenso en el estándar de la calidad del uso del cuerpo. En los humanos, los niños pequeños son la excepción,
Los niños aún conservan el buen uso natural
pues si bien en sus movimientos no alcanzan la precisión de los movimientos animales (por encontrarse todavía su sistema psicomotor en proceso de formación), sí podemos observar una agilidad, soltura y gracia comparable con la de ellos. Esto es así porque el uso de su cuerpo aún no se ha visto interferido por las tensiones inconscientes que los adultos han incorporado en su proceder como hábito. 


Y aquí llegamos a una de las grandes cuestiones: ¿en qué consiste este mal uso? Fundamentalmente, en la creación en todo el cuerpo de una tensión inconsciente, excesiva e innecesaria, que bloquea permanentemente músculos y articulaciones y tiende a comprimir todas las estructuras, pues músculos excesivamente tensos significa músculos excesivamente acortados. Imaginemos un teclado con teclas permanentemente pulsadas, un coche con el freno de mano siempre echado, una manguera con zonas constantemente comprimidas, etc., pues eso significa, a nivel de funcionamiento del cuerpo, el bloqueo y compresión constante que produce tal acortamiento muscular. No tendríamos ninguna duda de que tales circunstancias afectarían sustancialmente a su funcionamiento, sin embargo, en el caso de nuestro propio cuerpo, no somos tan conscientes de que esos problemas acarrearán diversas consecuencias negativas de no ser corregidos. Estas tensiones inadecuadas y bloqueos de articulaciones nos llevan, por ejemplo, a arquear toda la espalda cuando simplemente queremos levantar la mano para señalar algo con el dedo, encoger el cuello y los hombros cuando miramos por el objetivo de una cámara fotográfica, contener la respiración mientras escribimos, bloquear las rodillas cuando estamos de pie, tensar el hombro cuando llevamos la mano al mástil de una guitarra, etc. Y alguien podría, ciertamente, preguntarse, "¿pero y tan importantes son estos detalles...?" Lo son por un triple motivo: 

1) El carácter acumulativo de tales acciones nos lleva a padecer dolores crónicos y problemas músculo-esqueléticos relacionados con la compresión continuada de las articulaciones. Pero no sólo las articulaciones están comprimidas por la tensión muscular, también lo están las venas y arterias, afectando a la circulación; así como el tórax, afectando a la respiración; y también lo están los órganos digestivos, afectando a la digestión. Como vemos, todos los procesos orgánicos se ven afectados negativamente por esta constante tensión muscular indebida, generando problemas a largo, medio o incluso corto plazo dependiendo de la intensidad y localización de la interferencia.

2) Al ser el cuerpo, en lo referente a su movimiento físico, una máquina articulada en la que las articulaciones y músculos están permanentemente bloqueados, la calidad de su movimiento y desempeño se ve irremediablemente rebajada. En cualquier actividad que emprendamos no alcanzaremos un nivel óptimo de ejecución y rendimiento, dado que el uso que hacemos de nuestras herramientas es inadecuado. Nuestra ineficiencia es patente incluso en actos sencillos como caminar, en el que ponemos en juego mucha más energía y compresión articular de la necesaria, cosa que puede no parecer importante, pero pensemos en los efectos acumulativos de esa constante compresión y derroche de energía. Y, además, esta tensión excesiva se ve agudizada en las actividades más exigentes, como tocar un instrumento musical, la práctica deportiva o actividades de concentración mental como trabajar con el ordenador. Pues la magnitud de la interferencia tensional es directamente proporcional a la magnitud del estímulo al que estamos respondiendo: cuanto más compleja o exigente es una actividad, más tendemos a tensar en exceso.

3) Como decíamos anteriormente, en muchos actos que ejecutamos creemos hacer una cosa pero en realidad hacemos algo distinto: al levantar la mano no somos conscientes del arqueo de toda la espalda, al escribir en el móvil no somos conscientes de cómo tensionamos la mandíbula, los hombros y la parte delantera del cuello, al picar cebolla no percibimos cómo subimos los hombros, al cantar no somos conscientes de cómo comprimimos la cabeza contra la nuca, etcétera... Esto significa que queremos hacer una cosa, pero en realidad hacemos también otras cosas distintas que no queríamos hacer. Por lo tanto, tenemos libertad para decidir qué hacer, pero nuestras tensiones inconscientes nos dirigen en el cómo lo hacemos. ¿Entonces hasta qué punto podemos decir que somos libres?

Resumiendo, podemos decir que el mal uso nos causa problemas a estos tres niveles: salud, calidad del movimiento y libertad.

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